La cuestión de desarrollar competencias, no es una cuestión sólo de desarrollar ciertas capacidades para atender determinados objetos socio-profesionales, sino que al hacerlo, se está, al mismo tiempo, optando por la construcción de la persona del maestro, del estudiante y, en cierta forma, del mundo. Ésta es la dimensión existencial insoslayable de toda relación educativa.
Considero como dice este texto que unos determinados conocimientos se hicieron presentes en el espacio de la relación enseñanza-aprendizaje, pero sospechamos que la naturaleza del aprendizaje, como realidad existencial humana, esta totalmente trivializada, Sabemos que al aprender, el ser humano se transforma, si no fuera así, la evolución y la civilización no se explicarían.
Así, en el ámbito propio del desarrollo de las competencias, tales consideraciones nos llevan directo a darnos cuenta que las razones por las que un aprehendizaje puede ser significativo, no se constriñen necesaria y únicamente al desarrollo de las competencias profesionales respectivas de cada carrera, sino que, por las mismas razones que se desarrollan éstas, se desarrollan otras competencias igualmente significativas mediante las cuales el estudiante resuelve su realidad personal. La competencia para no tener que estudiar y sin embargo aprobar una materia, es quizá una de las competencias más significativas y generalizadas en todo el tramo de la educación formal desde la primaria; y esta competencia tan significativa y generalizada, ha sido desarrollada y perfeccionada por los estudiantes, al mismo tiempo que otras competencias curricularmente convalidadas estaban siendo promovidas por los maestros.
Esto nos lleva a reconocer al menos a dos cuestiones fundamentales: 1) que sea poco o muy significativo un aprendizaje no depende del maestro, ni de las estrategias educativas, ni del programa, ni de la institución, sino del propio interés del estudiante que por lo demás no puede ser “sembrado” como tal por el maestro; y 2) que el desarrollo de las competencias formales no esteriliza el espacio educativo ni separa el proceso de enseñaza-aprendizaje universitario del resto de la dinámica personal del maestro y del estudiante. Estos actores educativos más bien añaden las necesidades generadas por la realidad educativa universitaria a las que ya de por sí traen encima
El desarrollo de competencias socio-profesionales –cualesquiera que éstas sean-, en el ámbito del aprendizaje significativo y situado, no exime a maestros, estudiante y funcionarios por igual, de la responsabilidad fundamental que toda educación pensamos contiene en su seno. La formación de profesionistas no está al servicio de las profesiones, sino que éstas y aquellos, se deben a una sociedad, y ésta, encuentra su sentido más profundo si en vez de mirarse a sí misma sólo como colectividad productiva, se mira como el proceso mismo de humanización de la especie.
Considero como dice este texto que unos determinados conocimientos se hicieron presentes en el espacio de la relación enseñanza-aprendizaje, pero sospechamos que la naturaleza del aprendizaje, como realidad existencial humana, esta totalmente trivializada, Sabemos que al aprender, el ser humano se transforma, si no fuera así, la evolución y la civilización no se explicarían.
Así, en el ámbito propio del desarrollo de las competencias, tales consideraciones nos llevan directo a darnos cuenta que las razones por las que un aprehendizaje puede ser significativo, no se constriñen necesaria y únicamente al desarrollo de las competencias profesionales respectivas de cada carrera, sino que, por las mismas razones que se desarrollan éstas, se desarrollan otras competencias igualmente significativas mediante las cuales el estudiante resuelve su realidad personal. La competencia para no tener que estudiar y sin embargo aprobar una materia, es quizá una de las competencias más significativas y generalizadas en todo el tramo de la educación formal desde la primaria; y esta competencia tan significativa y generalizada, ha sido desarrollada y perfeccionada por los estudiantes, al mismo tiempo que otras competencias curricularmente convalidadas estaban siendo promovidas por los maestros.
Esto nos lleva a reconocer al menos a dos cuestiones fundamentales: 1) que sea poco o muy significativo un aprendizaje no depende del maestro, ni de las estrategias educativas, ni del programa, ni de la institución, sino del propio interés del estudiante que por lo demás no puede ser “sembrado” como tal por el maestro; y 2) que el desarrollo de las competencias formales no esteriliza el espacio educativo ni separa el proceso de enseñaza-aprendizaje universitario del resto de la dinámica personal del maestro y del estudiante. Estos actores educativos más bien añaden las necesidades generadas por la realidad educativa universitaria a las que ya de por sí traen encima
El desarrollo de competencias socio-profesionales –cualesquiera que éstas sean-, en el ámbito del aprendizaje significativo y situado, no exime a maestros, estudiante y funcionarios por igual, de la responsabilidad fundamental que toda educación pensamos contiene en su seno. La formación de profesionistas no está al servicio de las profesiones, sino que éstas y aquellos, se deben a una sociedad, y ésta, encuentra su sentido más profundo si en vez de mirarse a sí misma sólo como colectividad productiva, se mira como el proceso mismo de humanización de la especie.